domingo, 14 de abril de 2013

PALABRAS


 
 
 
Las siento.

Me inundan.

Chillan, se quejan y me hacen daño.

Están ahí, agazapadas, en algún lugar recóndito, escondidas, esperando su momento.

Enciendo otro cigarro, le doy una calada y cierro los ojos.

Intento buscarlas, las llamo, las suplico, ...  Pero se esconden,  no confían en mi y no quieren ser liberadas.

Son burlonas y se mofan , me confunden…duele.

Siento como golpean las venas percibiendo la quemazón que provocan en la carne y me araño, pensando que así se abrirán camino al exterior, pero solo consigo que la angustia crezca.

Insisten en presionarme el pecho, creo que me voy a desmayar,  y necesito gritar pero no me dejan (-¡dejadme gritar!-). Me falta el aire. Ahogan, estrangulan… no permiten que la agonía ceda.

Disfrutan (sonrisas socarronas) atormentándome con recuerdos: el suave cosquilleo en las yemas de mis dedos, la música de las teclas golpeadas, el olor a papel, las curvas de sus formas, el refugio que antes me daban…

Un día tras otro el mismo desazón, no me perdonan y se vengan.

Soy su títere, su herramienta, sé que ellas son las que decidirán  el cuándo, cómo y dónde me darán tregua.

No me queda más opción que seguir buscándolas, aguardando que vuelvan a acariciarme las manos abriéndose camino como un  hormigueo hasta  mis dedos.

 
 


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